Los vinos blancos secos y frescos y los rosados y tintos ligeros, deben consumirse jóvenes. La excepción viene dada en los grandes vinos blancos, al igual que en los tintos, que han tenido el proceso de crianza y necesitan como norma general un envejecimiento mas amplio para poder alcanzar su plenitud.

Los champagnes y cavas, así como los vinos de aguja, no ganan nada una vez se embotellan y por el contrario, si se mantienen largo periodo de tiempo sin consumirse, pueden perder todas sus cualidades. Los chacolís deben consumirse también en su primer año, pues pasado este tiempo verán mermadas sus cualidades.

Los vinos dulces licorosos y los vinos generosos, dependiendo de su conservación consiguen una larga vida.

Hay un grupo de vinos que incluye , los vinos de vendimias tardías, las mistelas, los vinos rancios (blancos y tintos), los oportos, los moscateles, cuya duración también, es muy amplia en el tiempo.

Los grandes vinos tintos están en torno a los 25-30 años, los reservas que están en torno a los 20 y los vinos tintos jóvenes deben ser consumidos en su año de producción.

Se puede afirmar que una vez el vino pasa a la botella, con el paso del tiempo, “se gasta” y deja de desarrollar su bouquet, degradando así sus aromas y sus tonos que pasan a ser opacos y tostados.

No obstante, el vino, como ser vivo que es, nace, crece y muere y con el paso del tiempo evoluciona. De forma general, se puede decir que durante el primer tercio de su ciclo vital adquiere la plenitud, durante el segundo tercio mantiene estable, sus mejores propiedades y posteriormente, inicia su decadencia, perdiendo al final su personalidad y sus mejores cualidades. Precisamente para que esta evolución sea del todo correcta, existen una serie de normas de conservación que alargan o acortan según se cumplan la vida de este. Dichas normas son aplicables a los vinos tintos, pues el consumo de los blancos y rosados como ya hemos comentado es mas corto, pues debe hacerse en su primer año.

Normas para una buena conservación de los vinos:

El vino no debe tener movimientos, ni vibraciones, ya que lo fatigan.

La Luz. En cuanto a la luz, debemos evitar la exposición directa del vino a la luz natural, ya que esta potencia la oxidación del vino dañando directamente su color.

Temperatura. Su temperatura debe ser relativamente baja, pues temperaturas altas provocan un exceso de maduración y como consecuencia alteraciones. La mayoría de las opiniones actuales coinciden en que los crianzas y reservas, deben almacenarse entre 14 y 16 ºC. Los cambios bruscos de temperatura, no son nada favorables para el vino.

Conservación y Almacenamiento. La posición de las botellas a la hora de conservarlas es un dato a tener muy en cuenta, ya que es necesario que el corcho permanezca húmedo estando en contacto con el vino. Por ello la posición horizontal seria la mas favorable ya que nos solo consigue humedecer el corcho, sino que favorece que los posos se apoyen en el fondo de la botella. Lo ideal sería que las botellas tuvieran una leve inclinación.

No es aconsejable almacenar las botellas de tal manera que a la hora de sacar una, tengamos que mover el resto, ya que de esta manera interrumpimos el reposo del vino provocando en estos el “mareo”.

La Humedad. La humedad es un factor también muy a tener en cuenta en la conservación de un vino, ya que una humedad baja altera el corcho haciendo que este se pueda secar y entren en contacto el aire y el vino; de igual manera, una humedad excesiva, puede hacer que se cree moho, y que este altere las propiedades y el sabor del vino. Por ello la humedad correcta de conservación en la que coinciden la mayoría de las opiniones estaría entre el 65% y el 75%.